Cuando el feminismo es política

En realidad, el feminismo es siempre política. Los movimientos sociales (con su compleja heterogeneidad) muestran el camino que queda por recorrer, hacen propuestas, definen el sentido del cambio social, se enfrentan al status quo establecido, se contradicen, evolucionan. Sin el movimiento feminista no entenderíamos nuestro presente. Quienes argumentan que el feminismo fracasó, olvidan que el proceso por el que construimos la igualdad entre mujeres y hombres forma parte de los objetivos. Quienes cuestionan los logros del feminismo porque sus integrantes eran mujeres, blancas, universitarias y de clase social alta-media, olvidan la universalización de los derechos para todas las mujeres, la evolución integradora de quienes han ido integrando con posterioridad las filas del feminismo. Quienes no quieren perder su capacidad de someter y dominar prejuzgan y cosifican a las mujeres y sus derechos, intoxican desde los medios de comunicación y sede parlamentaria, construyendo los estereotipos que contribuyen a la desigualdad, educan de forma sexista. Incluso hay quien se dice ser "Feminista conservadora". Bonito oxímoron.

Que no nos avergüence reconocer que el Trabajo Social es feminista. Y que esto no es sólo por las pioneras o la feminización de la profesión. Es por lo que el Trabajo Social es y así queda explícito en su código deontológico, en los principios éticos generales de la profesión y de la disciplina, en su definición global.

Que no nos avergüence que nosotras y nosotros trabajamos para contribuir a la construcción de una sociedad igualitaria, justa y en paz. Y que lo hacemos por convicciones éticas, con las herramientas que tenemos disponibles o con las que inventamos. Que somos política. Y feministas.





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