Crisis

Parece claro que los últimos 10 años han puesto de relevancia que la crisis vivida no fue sólo económica. Tenemos la certeza que las causas hay que buscarlas en el contexto de la economía financiera. Pero, ¿es que no tienen nombre y apellidos quienes jugaron al casino financiero y nos hicieron perder a todos?. Sí. Los tienen. Poro a poco hemos ido conociendo las estrategias tanto técnicas y tecnológicas, así como culturales que han hecho posible y justificado la estafa de las hipotecas subprime y del resto de productos financieros tóxicos que quebraron el sistema financiero internacional en 2008. Y aunque existe una dificultad técnica a la hora de que la ciudadanía entienda lo sucedido, es muy sencillo aproximarse a las consecuencias.

La destrucción de empleo y el deterioro de las rentas de los hogares, junto con la reducción de las prestaciones sociales y de los sistemas de protección social, tienen un impacto directo aunque no inmediato sobre la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas. Frecuentemente nos fijamos en las consecuencias inmediatas pero los cinco años en los que la crisis se ha abierto paso por la sociedad española, nos ha permitido observar indicios de las consecuencias a medio y largo plazo.

Y ahí entran a jugar un papel fundamental las políticas sociales. O la ausencia de éstas. No estamos hablando sólo de la reducción del gasto social (que en el caso de España siempre ha sido más bajo que en la UE). Estamos hablando del cambio en el concepto de "servicios públicos" y centrando el debate en la gestión y en los modelos empresariales a aplicar en los pilares de los sistemas de protección social.

Supongo que a estas alturas ya somos conscientes de la imposibilidad material de volver atrás, aunque sea el deseo generalizado, aunque parezca que es lo que está pasando. Los procesos de cambio social social son muy lentos y tiene más de pasado que del futuro ansiado. Pero en estos momentos, lo que tenemos sobre la mesa es la definición del futuro al que ir. Claro que muchos pensamos que es en el día a día y en el "camino" como vamos construyendo las sociedades, y es cierto, pero no conviene olvidar que el Estado y sus instituciones se transforman muy lentamente en términos de solidaridad y bienestar colectivo.

De momento, tenemos que pensar en el corto plazo. Y éste no es precisamente halagüeño. Y mientras nos hacemos a la idea de que la "década dorada" (1997-2007) en España ha sido un espejismo, descubrimos que ni teníamos unos sistemas de protección social tan desarrollados como creíamos ni tan sostenibles. Es más, nos damos cuenta de lo vulnerables que son nuestros sistemas educativos, sanitarios y el mercado de trabajo a los cambios en los sistemas políticos.

Regular los mercados y la actividades financieras mundiales, transformar el sistema productivo español y cambiar las actitudes y conductas de la población respecto al consumo y al individualismo son las tareas que tenemos por delante y están en las antípodas de los planteamientos actuales de las políticas sociales y económicas de los gobiernos europeos. Creo que casi vamos a tener que resistir los envistes de quienes tendrían que estar protegiéndonos (en sentido amplio) y seguir trabajando cada quien desde nuestros ámbitos de incidencia mientras reconstruimos los Estados desde la sociedad civil. O por lo menos, lo intentamos.

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