A vueltas con la solidaridad

Que la solidaridad ha de ser el "cemento" de las sociedades parece claro. Y que dicha solidaridad no se basa exclusivamente en consensos por similitud ni por diferenciación también lo tenemos bastante claro. En contextos golpeados por la crisis en los que las personas (las nuestras, las que identificamos como parte de nuestro entorno) y sus circunstancias son visibles, se activan diferentes mecanismos que intentan reducir el dolor de ajeno, el dolor de quienes podríamos ser nosotros mismos.

Y es lo más lógico. Sólo los desalmados (que también los hay) se giran de espaldas ante quien pasa hambre o vive entre cartones. Y es ahí donde la sociedad civil responde, se articula y se organiza, en el espacio pequeño, en la proximidad casi vecinal siendo conscientes de que su actuación es importante y no cambia las "estructuras" pero se resisten a ser completamente pisoteados.

Tienes que conmoverte, que sentirte incluso al borde para poder caminar. Solidaridad como empatía, como respuesta a veces desesperada, actitud y conducta que nos hace mejores, sin duda alguna. ¿Cómo no conmoverse con Rosario?


Pero solidaridad que no debe olvidar que las personas tenemos derechos y que éstos están reconocidos (y garantizados) por el Estado a través de la actuación de las diferentes políticas sociales y que las administraciones públicas están obligadas a realizar.

Es triste ver cómo la caridad sustituye (e invisibiliza) el espacio de los derechos. Es triste porque la caridad no la podemos exigir, es asimétrica y depende de quien quiera darla. Y porque su discurso exime de la responsabilidad que tiene el Estado de ser Social y de Derecho por mandato constitucional.




Solidaridad que es caridad instrumentalizada para reducir el alcance del Estado Social y que responde a una manera de entender las políticas sociales y la sociedad en su conjunto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario